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“Mis padres tenían un viejo ordenador [computadora] en casa [en España]. Se llamaba Commodore 64.
“Era uno de esos ordenadores que usaban cintas de cassette para cargar programas y juegos, y mi hermano y yo solíamos jugar con ese ordenador. Mi hermano era mayor que yo. Cuando él ingresaba los comandos, me sentaba a su lado a observarlo. Tenía mucha curiosidad sobre por qué esos eran los comandos y no otra cosa. ¿Por qué tenía que escribir específicamente eso, y qué sucedería si cambiaba un número?
“Cuando tenía unos siete años, encontré en casa el manual para el ordenador. Empecé a leerlo, y todo tenía sentido. Así que devoré ese manual y aprendí a programar el ordenador.
“Cuando tenía nueve años, ingresé a una escuela diferente y en el plan de estudios había clases de programación. Enseñaban un lenguaje de programación diferente al que yo había aprendido.
“Para mí, todo tenía sentido. Comprendí cómo funcionaba el ordenador y fue mágico que pudiera decirle exactamente qué hacer.
“Y todo [en mi carrera] provino de esa experiencia. La última vez que estuve en casa, encontré una breve nota que había escrito cuando era un niño de trece años. Decía: ‘Mi trabajo de ensueño en el futuro es ser programador'”.
— Dr. Iván Pérez Domínguez, científico investigador sénior, KBR Wyle Services, LLC, Centro de Investigación Ames de la NASA
Crédito de la imagen: NASA / Dominic Hart
Entrevista: NASA / Thalia Patrinos